Tratandose de una obra que es una crítica abierta a una parte del inmenso espectro de religiones, tengo que confesar que mi visión es un tanto parcial, ya que el Opus Dei no es santo de mi devoción, valga la expresión, como tampoco lo es la iglesia cristiana en general para Javier Fésser, hecho que impregna tanto esta película como toda su obra anterior -antes con un aire sarcástico, pero ahora con algo de saña-.
Ni técnica ni artísticamente se le puede reprochar nada a la impecable factura de la película: Fésser es un maestro en la hilvanación fina de tramas que se van ocultanto y mostrando en el momento exacto y con una precisión milimétrica ("El milagro de P.Tinto" es la mayor expresión de su talento). Hace un juego soberbio con dos mundos paralelos, que constituye al mismo tiempo lo mejor y lo peor.
Si digo qué es lo que no me convenció de ese juego desvelaría el intríngulis de la película. Y es que, volviendo a lo que comentaba al principio, si ese juego tuviera su base en hechos reales, me quito el sombrero por el rompecabezas que de una forma tan preciosa y emocionante que se va resolviendo hasta el clímax final. Pero lo cierto es que no es así y la tergiversación que hace de la mixtura de historias en las que se ha basado hace que el resultado general me resulte algo tendencioso; afortunadamente no tanto como para que no me guste, ya que si pongo en una parte de la balanza su visión de la religión, personalizada en el Opus, y en la otra el propio fruto de Escrivá, mi elección se decantaría por la positividad y las buenas intenciones de las películas de Javier, al margen de sus críticas más o menos acertadas.
No se pueden dejar pasar por alto los toques de humor 'made in Fesser-Gomaespuma' de algunos personajes secundarios, encabezados por Begoña, la mejor amiga de Camino, que es la alegría de la pantalla cada vez que aparece. Tampoco he de dejar de lado lo más desagradable, que es esa manía que hay últimamente de mostrar las operaciones quirúrgicas hasta el más mínimo detalle (véanse las series-mito tipo "House"). La dirección de actores es impecable y está lejos del academicismo cercano al tufillo de obra de teatro del instituto que vimos en "Los girasoles ciegos". Nerea Camacho, la protagonista, es un descubrimiento y tiene momentos que me sobrecogieron.
Aunque a lo largo del metraje los vaivenes de la narración son continuos (nos llevan en segundos del disfrute a lo desagradable, a lo cursi y la "americanada final" tipo Brubaker) el resultado final, como mínimo, sacude conciencias, emociona y afila el sentido crítico de las creencias de cada uno.
Naturalmente ha tenido rechazo por parte de los familiares de la niña a la que está dedicada la película -actualmente en proceso de beatificación- y del Opus. Por mi experiencia personal, si fueramos asépticos y solamente tomásemos las palabras de los miembros de la Obra -al margen del malabarismo narrativo que hace Fésser- ni un vocablo ni acción de los personajes que los encarnan en la película escaparía al libro de estilo de su santo.
Si digo qué es lo que no me convenció de ese juego desvelaría el intríngulis de la película. Y es que, volviendo a lo que comentaba al principio, si ese juego tuviera su base en hechos reales, me quito el sombrero por el rompecabezas que de una forma tan preciosa y emocionante que se va resolviendo hasta el clímax final. Pero lo cierto es que no es así y la tergiversación que hace de la mixtura de historias en las que se ha basado hace que el resultado general me resulte algo tendencioso; afortunadamente no tanto como para que no me guste, ya que si pongo en una parte de la balanza su visión de la religión, personalizada en el Opus, y en la otra el propio fruto de Escrivá, mi elección se decantaría por la positividad y las buenas intenciones de las películas de Javier, al margen de sus críticas más o menos acertadas.
No se pueden dejar pasar por alto los toques de humor 'made in Fesser-Gomaespuma' de algunos personajes secundarios, encabezados por Begoña, la mejor amiga de Camino, que es la alegría de la pantalla cada vez que aparece. Tampoco he de dejar de lado lo más desagradable, que es esa manía que hay últimamente de mostrar las operaciones quirúrgicas hasta el más mínimo detalle (véanse las series-mito tipo "House"). La dirección de actores es impecable y está lejos del academicismo cercano al tufillo de obra de teatro del instituto que vimos en "Los girasoles ciegos". Nerea Camacho, la protagonista, es un descubrimiento y tiene momentos que me sobrecogieron.
Aunque a lo largo del metraje los vaivenes de la narración son continuos (nos llevan en segundos del disfrute a lo desagradable, a lo cursi y la "americanada final" tipo Brubaker) el resultado final, como mínimo, sacude conciencias, emociona y afila el sentido crítico de las creencias de cada uno.
Naturalmente ha tenido rechazo por parte de los familiares de la niña a la que está dedicada la película -actualmente en proceso de beatificación- y del Opus. Por mi experiencia personal, si fueramos asépticos y solamente tomásemos las palabras de los miembros de la Obra -al margen del malabarismo narrativo que hace Fésser- ni un vocablo ni acción de los personajes que los encarnan en la película escaparía al libro de estilo de su santo.
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