La delicadeza de David Foenkinos

Que agradable empezar así las vacaciones. El argumento es el más trillado de la literatura y del cine –y de la vida-: chica encuentra chico; chica pierde chico y chica reencuentra el amor. Pero te sumerges en la sencillez de la esperanza, disfrutas de un soplo de aire fresco, te llena de luz, de magia , de poesía. Es una historia sencilla, con personajes naturales que no esconden sus miedos, sus ansiedades, sus debilidades, su dolor. Te sorprenderás constantemente sonriendo. Contada a través de detalles, de momentos, convirtiendo cada problema en una oportunidad. Leyéndola recuperas el placer de simplemente leer.

El sátiro del metro de Anita Nair

Más para un chocolate caliente delante de una chimenea que para acompañar a un tinto de verano. Aquí no se ha publicado en ese orden, pero El sátiro del metro fue su primer libro; de haberlo sabido no lo hubiera comprado, porque lo compré tras leer Las nueve caras del corazón para ver en qué andaba Anita… Lo he disfrutado, pero es cierto que lo he tenido aparcado más de un año… no sé si porque es muy oscuro o por no se tan sensual y envolvente como lo “posterior” suyo que me he leí. En cualquier caso un libro de relatos de personajes inmersos en una soledad no elegida.

Una casa en Brandenburgo de Jenny Erpenbeck

Una casa vive la Alemania del siglo XX. Nos cuenta la historia de Alemania a través de sentimientos y detalles aleatorios de las personas que van ocupando y descupando esa casa idílica a la orilla de un lago a las afueras de Berlín. Arriesgada e inquietante. Se disfruta con una lectura consciente, tranquila y concentrada; se termina en un sábado. Ahora creo que todas las casas escriben un diario y cuando las derriban se juntan en algún lado para compartir las intimidades de sus inquilinos.

El sueño del celta de Mario Vargas Llosa

Merece la pena leerlo, pero no sería el primero (ni el quinto) en la lista de recomendaciones de Vargas Llosa. La verdad es que no era lo que estaba buscando. Quería un libro que pudiera leer después de comer sin que se me revolviera todo. No sé cuanto tiene de biografía y cuanto de novela, pero tiene un estilo narrativo más de informe de atrocidades que de relato de la vida de un hombre idealista que luchó por denunciar abusos del sistema colonial en el Congo y defender los derechos de los indígenas en el Putumayo. Es impresionante que los seres humanos seamos capaces de cometer tales barbaries. Con 100 hojas menos lo hubiera llevado mejor. Voy a buscar algo más ligero.