Es una historia de amor; amor entre padres, hijos, hermanos, amantes… Lo regalé según salió pero hasta ahora no me lo había leído. Es muy “Gavalda”: emocionalmente intenso, tierno, con mucho humor y con personajes bien definidos, que resultan muy reales y creíbles. Está lleno de personajes que buscan un final feliz. A mí me ha costado entrar, a veces cuesta reconocer quién está hablando, pero superadas las primeras 100 páginas, las siguientes se leen con poco esfuerzo -si no te ha asustado que tenga 600-. Tiene una estructura interesante, incluso con un capítulo en el que debate con el lector el recurso literario que utilizará para terminar el libro. Pero todavía me estoy preguntando si me ha gustado que sea una novela en la que lo único que sucede es que sus personajes se encuentren, se presenten y se cuenten lo que les ha pasado en sus vidas. Creo que hubiera preferido leer sus vidas mientras la vivían más que como sus recuerdos. Me ha encantado el concepto de la partida del consuelo, que da nombre al libro, esa partida que viene después de la revancha y es una en la que nadie se juega nada, se juega por el placer de jugar.
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