Puede que te derrote un libro cuando, no habiéndote atrapado con la historia, lo hace cuando apela a ese extraño compromiso de fidelidad que no sabes muy bien cuándo contrajiste (aunque todo es posible en Las Vegas, nena). Puede. Pero también puede que seas un puto vago, entiéndeme, sé que estás cansado, y que la consultoría te succiona la energía, pero también sé que tú sabes, I know that you know, que, pese a mayo del 68, aún hay clases, y que no es lo mismo comer en Dantzari que engullir un alozgamba de los que venden los chinos a las cuatro de la madrugada en la esquina de Gran Vía con Hortaleza, regado con un exquisito caldo de cerveza Raiders (la del Dia) antes de soportar estoicamente la cola de El Sol. En ambos casos, el condumio te sabe a gloria. Pero sigues sin saber que no es lo mismo. Y lo que permite que te lo parezca eres tú y tus circunstancias, como diría el pedante Ortega. Lo digo porque sabes que hay veces que sabes que tienes entre las manos trescientas y pico páginas de delicatessen, sí, no es que te lo hayan dicho (amigos o algún estulto canon), es que te estás dando cuenta tú mismo, "esto es la hostia", pero... pero que no, vaya. Y entonces te vas. Pero el libro te mira de reojillo, y con un aire de suficiencia y despecho te espeta: "I'll be back". Joder, qué acojone. Porque no vas a ser tú, pobre mortal, quien le dé otra oportunidad a esa obra maestra; será ella la que te dé otra oportunidad a ti. Gracias a Tutatis, Faulkner no es un tipo rencoroso; sabe que conmigo lo tiene fácil, así que, tras dos desplantes en los últimos tres meses, parece que ahora tenemos un idilio; los grandes amores son así, accidentados y sorprendentes. Yo soy un tipo discreto, pero no puedo evitar contaros algunas de las cosas que me dice en la cama
Luz de Agosto:
"la sangre paterna odia, llena de amor y de orgullo, mientras que la sangre materna, llena de odio, ama y cohabita"
"esa ociosidad terrible, reticente y sin objeto de los hombres habituados al trabajo" (ejem, ejem)
"cuando alguna cosa se convierte en costumbre, siempre está a mucha distancia de la verdad y de los hechos"
"no sólo porque siempre se acaba uno encontrando a alguien de su misma calaña, sino también porque no se puede evitar que el de la misma calaña le encuentre a uno"
"la memoria cree antes de que el conocimiento recuerde. Cree mucho más tiempo que recuerda, mucho más tiempo del que tarda el conocimiento en preguntarse"
"Se fue con sus ropas de trabajo teñidas de crepúsculo. Era tarde. El lucero vespertino brillaba, opulento y pesado como una flor de jazmín"
"Parecía que, en lugar de haber sido sutilmente asesinada y transformada por el hombre invisible y beato [...], hubiese sido obstinadamente martilleada, laminada, día tras día, como un metal pasivo y maleable, hasta no ser más que una reducción de esperanzas vagas, de deseos frustrados, indecisos y pálidos hoy, como cenizas apagadas"
"No era el trabajo duro lo que él odiaba; no eran tampoco los castigos ni la injusticia. Ya estaba acostumbrado a ello [...] Era la mujer: aquella tierna bondad de la cual se creía condenado a ser siempre la víctima y a la que odiaba más que a la justicia dura e inflexible de los hombres"
"Tenía un cigarrillo encendido en el rincón de la boca, como para no estorbar el paso de las palabras"
Bueno, pues aquí lo dejamos; cuando lo termine os cuento un poquito más...